miércoles, 11 de diciembre de 2013

EL ÁRBOL DE NAVIDAD

Era época de Navidad, esos días en que las ciudades se cubren de luces, la televisión igual, con sus anuncios llenos de brillos y maravillosos juguetes y todo nos lleva a comprar y comprar para decorar, para comer, beber, jugar, regalar, vestir... Allí estaba yo ante una rama de pino plantada en un tiesto esperando ser decorada, el problema era que los adornos del árbol no aparecían. Lo peor no era eso, sino el ver las caritas de Ana María, Sara, Manuel y Teresa, alzadas mirándome a mi, esperando una solución al problema.
Había que decorar el árbol como fuera, ellos estaban seguros de que lo íbamos a hacer, lo que no sabían era como, eso me lo dejaban a mi y no podía defraudarlos. En cuanto les expliqué a ellos como íbamos a hacerlo sus cabecitas se pusieron a trabajar a cien y las ideas eran como un torrente sobre todo para las dos mayores que no tendrían más de 6 y 8 años, Manuel y Teresa que eran más pequeños iban a su bola estaban felices y nerviosos deseando de ver los resultados.
Así que nos pusimos manos a la obra, con cartulina y lapices de colores hicimos pequeñas tarjetas con motivos de navidad como velas, estrellas, campanitas, ramas de muérdago, etc y las colgamos con cintas y cordeles a las ramas del árbol. Estaba precioso y ellos habían hecho los adornos en los que habíamos escrito palabras preciosas e inspiradoras así como mensajes y deseos llenos de amor. Pero todavía se podía mejorar, faltaban guirnaldas y esa fué la mejor parte por lo menos para los dos chicos, hicimos palomitas de maiz, la casa se llenó un agradable olor. Y con hilo y agujas fuimos ensartando palomitas blancas, calientes y olorosas formando guirnaldas, con las que rodear el árbol una y otra vez. Sara sufría al ver a Manuel que comía más que enhebraba.
-Maueee! no comas más!! Le gritaba Sara a su hermano que muerto de risa y compinchado con Teresa amenazaban con dejar el árbol escaso de guirnaldas.
Ana María más tranquila, se reía condescendiente me hablaba con la mirada, dándome a entender que el abuelo a mi espalda los animaba a comer.
Los árboles de otros años se mezclan y borran en mi memoria pero el de aquel año en que no teníamos los adornos, no lo he podido olvidar y la tarde que pasamos decorándolo tampoco, como sus caritas cuando estuvo terminado y el orgullo con que se lo mostraban a todo aquel que quisiera verlo.
A veces no nos damos cuenta que los niños son felices con unas horas de atención y de dedicación por parte de los mayores, que lo material nunca sustituirá el tiempo que no le dediquemos y que cuando crezcan echaremos de menos estos momentos en que se les podía contentar con tan poco, igual que a nosotros mismos, si no, porqué recuerdo aquel árbol y aquella tarde y no otras de las tantas que hemos pasado comprando adornos?.

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