jueves, 27 de febrero de 2014

EL ENTIERRO

 
Amanecía el 13 de junio. era el verano de 1925 y los parisínos se habían echado a la calle para asistir a un funeral. Llamaba la atención el número de mujeres llorosas con niños pequeños en los brazos o cogidos de la mano y desoladas como el resto de personas que acompañaban al sepelio. Se veía que era de alguien muy insigne, ya que estaban presentes: el mismísimo Primer ministro de Francia Paul Painlevé, así como la máxima autoridad militar de la nación el Mariscal Franchet d'Eperey. Pero quizás llamase más aún la atención ver en el acto a los más grandes médicos, científicos, profesores universitarios, escritores, artistas y jefes de Estado de toda Europa.
 Era el a dios a René Quinton. Sin ser político, militar, médico o artista había reunido a todas las clases sociales agradecidas por su trabajo y dedicación. Había salvado a miles de personas de una muerte segura por desnutrición así como por las enfermedades derivadas de ello.
 René Quinton había nacido el 15 de diciembre de 1866 en Chaumes un pueblecito al norte de Francia a donde su padre médico de profesión era el Alcalde. René no recibió formación científica, como muchos grandes nombres a lo largo de la historia, fue autodidacta. Era una persona culta al tanto de todos los avances y descubrimientos científicos de la época. Estudió letras e hizo algunos cursos de formación en el Museo de Historia Natural.
 Enfermó de tuberculosis y se traslado a la costa para recuperarse, sanando completamente, por ello empezó a estudiar sobre el efecto de las partículas de agua de mar que en el aire habían sido los causantes de esta recuperación y así descubrió que el agua del mar era igual prácticamente en su composición a la sangre de todos los vertebrados. Continuando con el trabajo del fisiólogo Claude Bernard.
 En 1897 el laboratorio de Fisiología y patología de estudios superiores del Colegio de Francia sustituyó totalmente la sangre de un perro callejero enfermo, por agua de mar isotónica, esto es que ha sido rebajada en una proporción de 2/3 en agua dulce para estar en la misma proporción del plasma de los vertebrados. En unos días el animal se recuperó totalmente reproduciendo glóbulos rojos y plaquetas, convirtiéndose el agua de mar en sangre.
 Con su "Plasma Marino", que no era otra cosa que agua de mar salvó muchas vidas, ya que el agua de mar contiene los 118 componentes de la tabla periódica en la misma proporción que nuestro medio interno. Comenzó a tratar a niños enfermos por desnutrición y a bebés, reduciendo la mortalidad infantil de forma sorprendente así como a personas adultas  enfermas de tifus, cólera, diarrea, tuberculósis, anorexia, enfermedades de la piel y malnutriciones graves, asi como a niños prematuros. 
 Todos y cada uno de los casos de sanación está documentado científicamente como podemos comprobar. Y hay que decir que en esa época Pasteur descubrió los micobrios que producen las enfermedades y el antibiótico para luchar contra ellos, mientras que Quinton defendía que lo importante era mantener sano y fuerte el medio para que estos microbios no puedan vivir y poder luchar contra ellos de forma natural sin dañar el resto de células sanas, ya que un agente químico y extraño que entra en el cuerpo para acabar con los microbios también acaba con las células sanas. De hecho Pasteur en su lecho de muerte quiso reconocer esto diciendo que "lo importante era el terreno". Refiriéndose a  nuestro medio interno, para combatir los microbios.
  En 1904 René Quinton escribió un libro,"El agua de mar, medio orgánico". Que despertó el interés en todo el mundo, abriéndose Dispensarios marinos en las principales ciudades de Francia en Londres y hasta en Egipto. Fueron un éxito las inyecciones de agua de mar a lactantes  y muchos los médicos que las prescribieron a miles.
 En 1914 hubo 8 Tésis doctorales sobre el suero marino solo en Francia. En la víspera de la Primera guerra Mundial el ministerio del interior francés propuso intervenir para que las inyecciones de "Plasma de Quinton" o agua de mar fuesen obligatorias en la edad escolar como lo era la vacuna de la viruela.
Durante la Guerra el mismo ministerio transfundió el "Plasma de Quinton", o lo que es lo mismo el agua de mar a los heridos atendidos en el frente ante la carencia de sangre, lo que salvó a muchos soldados de morir.
 Pero los detractores de Quinton, aprovecharon la devastación de la guerra, amparados por el empoderamiento de las farmacéuticas para condenar a Quinton al olvido. No podían tolerar que alguien sin titulación médica oficial fuese cada día más famoso por curar y salvar vidas. Los dispensarios de agua de mar que tanto habían ayudado a los más humildes, tuvieron que ir cerrando. No podían permitirlo. Porque gente sana y curas gratuitas no son negocio.
 Pero algunas de esas miles de personas a las que él curó y salvó de una muerte segura sobre todo de las clases más desfavorecidas no podían olvidar al último salvador y benefactor del pueblo.


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